sábado, 23 de enero de 2016

Día 7 (20/08): Geirangerfjord, carretera del águila, escalera del Trol, Ålesund y dormimos en Stordal


Este día y el siguiente fueron los más complicados de organizar, ya que queríamos ver muchas cosas pero estaban a bastante distancia unas de otras y además teníamos que iniciar el camino de vuelta. Al final lo dividimos en dos etapas con una especie de recorrido circular con punto de unión Geiranger.

El jueves nos despertamos de nuevo con un día increíble de cielo azul, aunque con algo más de frío que los días anteriores. Madrugamos un poco porque nos esperaba un día largo con muchas horas de coche. Nuestra primera parada del día iba a ser el pueblo de Fossbergom, capital de Lom, que nos había quedado pendiente del día anterior, aunque ya antes de llegar volvíamos a maravillarnos con los paisajes de la zona.

Llegando al cruce con la carretera Sognefjellsvegen, por la que habíamos llegado la tarde anterior, encontramos el Fossheim Hotel, cuyo origen se remonta a 1897 cuando los hermanos Garmo adquirieron el terreno y construyeron un primer hospedaje que incluía, además, establos y una granja. En 1950 el hotel fue derribado y se construyó el edificio principal actual, que ha sufrido numerosas transformaciones desde entonces para adaptarse a las necesidades de los viajeros.




Siguiendo por la carretera 15 que cruza el río Bøvra encontramos a pocos metros de allí la Lom stavkyrkje.






Ya había abierto, por lo que pudimos entrar en el recinto y verla de cerca para descubrir los asombrosos detalles de este edificio, que data originalmente del año 1160 pero que sufrió una gran ampliación y remodelación en el siglo XVII.




















Es una de las iglesias de madera más grandes del país y de ella procede una de las pocas cabezas de dragón que se conservan en la actualidad. Cuenta además con una importante colección de pinturas del siglo XVIII y como curiosidad, en 1973 se encontraron en su subsuelo 2000 monedas antiguas, la mayor colección de todo el país. Los horarios de apertura varían según la época del año, siendo de 10 a 16 horas durante los meses de invierno. Visitar su interior cuesta 60 NOK a los adultos.



En el pueblo también se puede visitar el Norsk Fjellmuseum o Museo de la montaña, abierto de mayo a octubre, que es además Centro de visitantes de los Parques Nacionales Jotunheimen, Reinheimen y Breheimen. En su interior se puede ver por ejemplo un mamut a tamaño natural o la prenda de ropa más antigua de Noruega, una túnica que como otros objetos allí expuestos fueron encontrados al derretirse el hielo. Nosotros decidimos seguir viaje ya que aún nos quedaba mucho por ver ese día, pero saliendo del pueblo nos llamó la atención este curioso edificio, cuyo planta baja era más estrecha que la zona superior y que parecía bastante antiguo...



Mirando después uno de los folletos que cogimos donde habíamos pasado la noche descubrimos que se le conoce como Storstabburet y que se trataba del mayor almacén del país, construido en 1613. Esa era su ubicación original y había servido como granero. En su interior se encuentra en la actualidad una exposición sobre las antiguas formas de riego del valle de Ottadalen que lo hicieron tan productivo. Este edificio pertenece al Lom Bygdamuseum, un museo al aire libre gratuito con 22 edificios de entre 1613 y 1900, que seguramente merezca la pena recorrer dando un paseo.

Nosotros continuábamos ya por la carretera 15 que remonta el río Otta rumbo a Geiranger, donde volvimos a encontrar paisajes de contrastes, al principio prados y bosques para después entrar en una zona más alpina con nieve a la vista a partir del lago Breiddalsvatnet.






Una de las curiosidades que encontramos por el camino fueron las señales de peligro de alces presentes en la zona, lo que nos hizo ponernos alerta para ver si veíamos alguno, aunque por desgracia no hubo suerte.







Llegando a otro lago, el Langvatnet, cogimos la carretera 63 siguiendo la señalización a Geiranger. Desde ahí vimos como la carretera 15 por la que íbamos cruza el lago y se interna en la montaña a través de un túnel, el Oppljstunnelen, de más de 4 km de largo.




Continuamos ascendiendo bordeando el lago Djupvatnet hasta pasar el desvío a Dalsnibba, pico de 1476 metros de altitud en cuya cima hay un mirador famoso por sus vistas del Geirangerfjord. Hasta él se puede llegar en coche tras 5 km por la carretera de peaje de Nibbevegen. Como sabíamos que había otro mirador gratuito bajando hacia Geiranger continuamos avanzando y dejamos abierta la opción de Dalsnibba para el día siguiente.



La bajada, aunque bastante empinada y con un montón de curvas, nos permite disfrutar de unas vistas espectaculares, desde cascadas cayendo por las laderas de las montañas hasta altas cumbres nevadas, sin olvidarnos del espectacular fiordo de Geiranger en el fondo del valle.





Aunque volveríamos a pasar por allí al día siguiente, no queríamos dejar escapar el día tan espectacular que teníamos para hacer algunas fotos desde el popular mirador Flydalsjuvet. Éste se divide en dos zonas, una superior con un pequeño aparcamiento y otra inferior con más espacio para aparcar y baños, donde se encuentra además el Fjordsetet, un magnífico asiento desde el que disfrutar de las fantásticas vistas.




En esta zona inferior se encuentra también el saliente rocoso desde el que osados turistas se hacen fotos con el fiordo de fondo. Hoy en día está acordonado para evitar que la gente se acerque demasiado al borde y se produzcan accidentes, aunque mientras estábamos en el mirador de arriba vimos un chico allí y la verdad es que impresionaba bastante ver a alguien posar tan alegremente justo al borde de un precipicio.



El núcleo de Geiranger se encuentra a tan sólo 4 km de allí, pero la carretera es bastante estrecha y está muy transitada por coches, autobuses, minibuses, etc. lo que hace que el trayecto se haga bastante pesado. Sin embargo no podemos quejarnos en ese sentido, ya que únicamente había un crucero atracado en el fiordo, siendo común por lo que habíamos leído encontrar varios en temporada alta, con lo que queda todo colapsado de turistas.



Pasamos el pueblo de largo, ya que nos detendríamos en él al día siguiente cuando teníamos previsto hacer una salida en barco por el fiordo, e iniciamos el empinado ascenso por la ladera opuesta a lo largo de la Ørnesvingen o carretera del Águila, famosa por superar un desnivel de 600 metros mediante 11 curvas cerradas .



En la última curva de herradura está el mirador del mismo nombre, con pequeña cascada incluida muy concurrida por los turistas para sacarse la foto. Se trata de una parada obligada por sus espectaculares vistas, aunque a esa hora nos pillaba el sol justo encima de Geiranger y sacar fotos decentes en esa dirección era poco más que un milagro.


Aprovechamos en cambio para disfrutar de las vistas sobre el Geirangerfjord, uno de los fiordos más bonitos del mundo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2005 junto al Naeroyfjord. Desde allí se puede ver a lo lejos la famosa cascada Sju Sostrene o de las Siete Hermanas, que veríamos al día siguiente desde el barco.






Tanto este mirador como el de Flydalsjuvet, merecen una parada aunque sea rápida para disfrutar del impresionante entorno del Geirangerfjord.

Retomamos viaje siguiendo la carretera 63 hasta Eidsdal, donde es necesario coger un barco para cruzar el fiordo de Norddalsfjorden y continuar por la misma carretera. De camino bordeamos el bonito lago Eidsvatnet, junto al que se encuentran varios campings y alojamientos,



Para cruzar el fiordo hay que volver a bajar los metros subidos en la Ørnesvingen pero poco antes de llegar a Eidsdal cogemos un desvío señalizado a mano izquierda que nos lleva al mirador de Kilsti en unos 5 km. Por lo que habíamos leído la carretera acaba en un aparcamiento y a partir de ahí habría que caminar unos minutos pero nosotros no llegamos hasta el final para evitar que se nos hiciera tarde y nos conformamos con las bonitas vistas del fiordo que nos ofreció un claro entre los árboles.



Ya de vuelta en la carretera 63 llegamos poco antes de las 12 a Eidsdal, un pueblo pequeñito cuya vida gira entorno al puerto al que ya estaba llegando el barco que teníamos que coger para cruzar el Tafjorden. Nos colocamos en la fila como de costumbre, pagamos las 99 NOK de los billetes y entramos al barco que en unos diez minutos nos llevó a Linge, en la orilla opuesta. Los horarios y precios se pueden encontrar en la web de Fjord1.



El barco atraca en el muelle de Linge, desde donde se puede continuar con el coche por la carretera 63 o coger la 650 hacia el oeste, pero el pequeño pueblo que le da nombre se encuentra a un par de kilómetros de allí. En el trayecto, aunque corto, nos dio tiempo de disfrutar de las preciosas vistas de lo que dejábamos atrás y del propio fiordo.





La carretera 63 se aleja a partir del Valldal del fiordo hacia el interior siguiendo el curso del río Valldøla y recuperando los paisajes de verdes prados, casas de madera con tejado de turba e imponentes montañas nevadas con los que resulta difícil no dejarse impresionar. Existe la posibilidad en Valldal de seguir por la carretera Fv92 salpicada de túneles hacia Tafjord, pueblo que da nombre a este fiordo famoso porque en 1934 un enorme desprendimiento de rocas provocó al caer en el agua una ola de más de 60 metros que destruyó la mayoría de edificios a lo largo del fiordo y acabó con la vida de 40 personas.




















A unos 20 kilómetros de Linge hicimos una breve parada en el Gudbrandsjuvet, un pequeño cañón de unos 5 metros de ancho y 20 de profundidad formado por el río Valldøla que se puede recorrer a través de pasarelas y balcones de forma gratuita. Hay además cafetería y baños, y ese día, junto al aparcamiento, una chica vestida de fresón vendía bandejas con fresas en un pequeño puesto.



Según una leyenda del siglo XVI, el nombre del cañón viene de un hombre llamado Gudbrand que escapaba con su mujer recién casada de unos perseguidores y que se salvó tras saltar por el punto más estrecho de la garganta. Al ser declarado forajido vivió toda su vida en una cabaña de piedra en uno de los valles próximos a Gudbrandsjuvet, que en la actualidad todavía es conocido como Gudbrandsdalen, aunque lo que no cuenta la historia es qué fue de su mujer...



Tras la breve parada disfrutando de este bonito rincón, quizá ya demasiado preparado para el turista perdiendo en parte su encanto natural, seguimos por la carretera 63 que continúa junto al río Valldøla adentrándose ahora en el Parque Nacional de Reinheimen. Este parque, de casi 2000 kilómetros cuadrados salpicado de lagos, es la segunda mayor área salvaje del sur de Noruega. Con cimas que superan los 2.000 metros de altitud cuenta entre sus habitantes con águilas reales o urogallos entre otros, si bien el protagonista estrella es el reno. Esto hizo que crecieran nuestras esperanzas de ver alguno, pero otra vez no tuvimos suerte en ese sentido. 





Ya había algo de hambre por lo que paramos a comer junto a la carretera en una zona con mesas junto al río Longfjellelva, con un paisaje de fondo difícil de mejorar.





Nos hubiera gustado quedarnos allí mucho más tiempo y explorar esta zona prácticamente inalterada, pero teníamos que seguir viaje porque aún nos quedaban bastantes kilómetros. Por suerte, pudimos disfrutar un rato más desde el coche del imponente entorno, como el lago Alnetsvatnet y las escarpadas cimas que lo rodeaban, algunas alcanzando los 1.600 metros sobre el nivel del mar.
  




La carretera 63 va descendiendo suavemente junto al río hasta llegar a poco menos que un precipicio, y es que nos encontramos con Trollstigen o la "Escalera del Trol", una carretera que aunque autorizada en 1916 no se terminó hasta 1936, formada por 11 curvas de herradura (cada una con su propio nombre en honor a los capataces que participaron en su construcción) y una pendiente media del 9%, desde los 854 metros de Stigrøra hasta casi el nivel del mar.





En la parte superior hay un mirador al que se accede a pie en 5 minutos desde el amplio aparcamiento situado junto a un moderno edificio que alberga restaurante, tiendas de recuerdos y baños gratuitos.




Delante del edificio hay una especie de balsa de agua de poco grosor donde los niños se divierten chapoteando.



Siguiendo una serie de pasarelas llegamos hasta el borde desde donde se intuyen las imponentes cascadas, dejando a la izquierda la carretera a punto de iniciar el vertiginoso descenso.




Las pasarelas conectan varios balcones que nos permiten disfrutar tanto de la vista sobre el valle Isterdalen como de la cascada Stigfossen de 180 metros y de las cumbres de alrededor, entre ellas el Kongen ("el Rey"), de 1.614 metros al Oeste y el Storgrovfjellet, de 1.629 m, al Este.



















Las vistas desde estos miradores son realmente espectaculares por lo que no sorprende el incesante ir y venir de gente con cámaras y móviles echando humo. No en vano, en 2012 este lugar fue visitado por cerca de 750.000 personas.





La cascada del fondo, Tverrdalsfossen, conocida comúnmente como "Trollfossen", está situada en el lado izquierdo visto desde abajo y la forma el río Tverelva al precipitarse por la pared vertical. Lo cierto es que resulta tanto o más espectacular que la propia Stigfossen, ya que la caída es bastante mayor aunque lleva menos caudal.





De vuelta hacia el coche no pudimos evitar hacer una breve parada en las tiendas de recuerdos para inmortalizar a uno de los simpáticos habitantes de la zona, que da nombre a multitud de lugares.








Iniciamos la bajada lentamente, en parte por todo lo que habíamos oído sobre la carretera y en parte maravillados por todo lo que teníamos alrededor. Quizá porque nos la esperábamos peor, si bien es estrecha y las curvas son pronunciadas, nos resultó más llevadera de lo que pensábamos, aunque probablemente influyó que no encontramos demasiado tráfico. Hay que tener en cuenta que no están permitidos los vehículos de más de 13 metros y además entre octubre y junio permanece cerrada al tráfico.



Tras cruzar el puente sobre Stigfossen hay un pequeño apartadero donde parar un momento el coche para hacer la foto de rigor, viéndose desde aquí la estructura semiaérea del mirador donde habíamos estado minutos antes.




Continuamos el descenso dejando atrás a la otra protagonista más desconocida. Este recorrido se puede realizar también a pie siguiendo la senda Kløvstien, el camino que existía antes de la apertura de la carretera en 1936 restaurado y señalizado.



Nuestra siguiente parada era Trollveggen o "la Pared del Trol" a unos 18 km de allí. Seguimos por la carretera 63 hasta llegar a la E136, que cogimos en dirección a Dombås. De camino vamos teniendo un anticipo de las paredes de piedra que nos esperan como el pico Romsdalshorn de 1.555 metros.



Unos 5 minutos después del cruce, remontando el río salmonero Rauma a lo largo del valle Romsdalen, llegamos al moderno centro de visitantes de Trollveggen, que cuenta con aparcamiento, zona de picnic, tienda de recuerdos, oficina de turismo con auditorio, cafetería y baños. Desde allí la vista de la pared de más de 1.000 metros resulta realmente impresionante. Se trata de la pared vertical más alta de Europa y pertenece al macizo de Trolltinden, o "Picos del Trol", con cumbres que alcanzan los 1.800 metros de altitud. Al otro lado de la pared en su cara sur se encuentra Trollstigen de donde veníamos.



Por allí no hay mucho más que hacer salvo que seas un amante de la escalada y tengas intención de ascender alguna de las múltiples vías abiertas, por lo que, tras intentar sacar alguna foto decente esquivando al sol que nos daba de frente, continuamos viaje.




















De lo planeado para este largo día ya sólo nos quedaba Ålesund pero estaba a más de 100 km de donde nos encontrábamos y aunque aún era pronto el cansancio empezaba a hacer mella y nos hacía debatirnos entre exprimir el día al máximo o retirarnos pronto a descansar y recuperar fuerzas para los días que quedaban. Como el alojamiento de esa noche se encontraba en Stordal, de camino a Ålesund, nos decantamos por ir avanzando y retrasar la decisión. Volvimos por la E136 ahora en dirección a Åndalsnes, bordeando el Romdalsfjorden y dejando atrás altas montañas, cascadas, pequeños pueblos e iglesias blancas de madera.





Tras una breve parada técnica para coger fuerzas y meditar qué hacer, decidimos seguir hasta Ålesund y aprovechar un poco la tarde aunque fuera en su mayor parte desde el coche. En lugar de meternos al centro de la ciudad y callejear, para lo que hubiésemos necesitado más tiempo, optamos por subir al mirador de Fjeslltua en la colina de Aksla, desde el que se obtiene una de las imágenes más famosas de la ciudad.




Se puede llegar hasta el propio mirador en coche y aunque yendo por la E136 la salida está señalizada, conviene llevar GPS ya que se sube por una zona residencial con multitud de calles donde es posible despistarse. Una vez allí, el mirador se encuentra tras un edificio que alberga una cafetería con terraza. El problema fue que al ser ya por la tarde y estar la ciudad al oeste del mirador, el sol justo nos quedaba enfrente, por lo que tuvimos que hacer malabares para sacar alguna foto decente. En caso de pasar el día en la ciudad es mejor subir al mirador por la mañana. Además de en coche se puede subir a pie desde el Byparken por unas escaleras de 418 escalones que fueron reformadas recientemente e incluyen un mirador intermedio con una pequeña plataforma aérea.



Ålesund es una ciudad formada por 7 islas que se caracteriza por su peculiar diseño Art Noveau, ya que en 1904 un gran incendio la destruyó casi por completo y en menos de 3 años fue reconstruida con ayuda de voluntarios y donativos europeos con casas de ladrillo y piedra muy ornamentadas y en distintos colores.

Dirigiéndonos hacia el NW en el mirador encontramos un panel informativo que nos indica que las islas que forman Ålesund están conectadas entre sí mediante túneles submarinos, que permiten ir de Ålesund a Godøya en poco más de 10 minutos. Se trata de 3 túneles gratuitos de 3.500, 4.200 y 3.850 metros de longitud, que en las zonas más profundas alcanzan los 155 metros bajo el mar.





Hacia el SE en cambio vemos el Åsefjorden salpicado por islas de distintos tamaños.



Cerca de las seis de la tarde iniciamos el regreso hacia Stordal, en cuyo camping íbamos a pasar la noche. Volvimos deshaciendo el camino andado por la E136 hasta Sjøholt, donde se encuentra el desvío señalizado de la carretera 650 que nos lleva hasta allí. La mayor parte del tiempo la carretera va entre árboles por lo que no se puede disfrutar mucho de las vistas del fiordo, aunque en algunos breves momentos conseguimos recuperarlas.



Al llegar al camping nos atendieron amablemente en recepción y fuimos a disfrutar de nuestro merecido descanso, aprovechando en el porche las últimas horas de sol, mientras algunos inquilinos de las caravanas cercanas hacían reformas de su "pequeño hogar".




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